viernes, 24 de junio de 2011

LA CRISIS EUROPEA (tercera parte)

La respuesta de la UE

Una vez que Alemania pudo imponerse parcialmente sobre Francia para trazar el plan de respuesta en la agudización de la crisis, la primera acción coordinada fue aprobar el retrasado “rescate” a Grecia, que en principio sería de 110.000 millones de euros (130.000 millones de dólares aproximadamente) por tres años, aunque en el primer año de aplicación del plan sería de 30.000 millones de euros y el resto se desembolsaría según “avance de obra”, es decir, a medida que los griegos acaten las medidas impuestas. Dicho acuerdo, además, contaba con el apoyo del FMI tal como lo quería Alemania y no Francia, a pesar de que un francés presida el FMI.                         
En una palabra, el nuevo golpe obligó a dar por terminado el primer tramo de la presión sobre Grecia para que se someta a los designios de Bruselas. El costo para los griegos fue el compromiso de la reducción del “gasto público” en 30.000 millones de euros en tres años, bajo un plan harto conocido para los pueblos que sufren o sufrieron la subordinación al capital financiero: reducción de salarios públicos, recorte de pensiones, “reordenamiento” administrativo (eliminación de municipios y entidades locales de 1300 a 340), aumento de los impuestos regresivos sobre los trabajadores (IVA y otros), privatizaciones, flexibilización laboral (rebaja de las indemnizaciones, levantamiento de trabas para despedir trabajadores) y apoyo a la banca con 17.000 millones de euros provisto por el estado achicado, es decir, por el dinero que le sacan a los trabajadores.  

Además, para que los bancos griegos no quiebren, el Banco Central Europeo (BCE) seguiría aceptando los “bonos basura” del estado griego en poder de los bancos como garantía. Con esta decisión el Banco Central Europeo desarticuló una parte de las operaciones de la Standard & Poor’s. Como afirmó el ministro de finanzas griego, Yorgos Papaconstantinu: “Con esa decisión, el sistema bancario griego queda completamente restablecido y asegurado, y esto es muy importante porque anula las acciones de las agencias de calificación.”[i]

La otra medida concreta ante la posibilidad cierta de la caída del euro y el desmembramiento de la UE fue el “blindaje” por 750.000 millones de euros (1 billón de dólares aproximadamente en el momento del anuncio) para hacer frente a cualquier crisis de cesación de pagos, impidiendo que una quiebra arrastre a la UE.

El tercer elemento central es el papel de China interviniendo muy fuerte en la disputa a favor de la UE. En gran medida, fue la compra de miles de millones de bonos europeos, fundamentalmente de los vapuleados bonos basura griegos y de los bonos españoles, lo que terminó de salvar al euro del colapso en esos meses. Para reforzar dicha política, China además aceleró el pasaje de parte de sus reservas al euro. Como se ve, hay una decisión estratégica de China de sostener la UE ya que su caída allanaría el camino de las fuerzas globales angloamericanas para desplegar su estrategia de unipolarismo multilateral bloqueando el multipolarismo emergente.

En este sentido, la identificación de “Chinlemania” como el enemigo a vencer adquiere una nueva luz a la ya señalada por Wolf en el Financial Times como los destructores del equilibrio económico mundial. Fue esa alianza la que permitió, por un lado, que no colapsara el euro y la UE, y por otro lado, lanzar una contraofensiva. A los puntos descriptos en las páginas anteriores sobre la convergencia entre China y la UE, hay que señalar que en el 2010 Europa superó a EEUU como principal socio comercial de China y que China pasó a obtener de la UE la tecnología necesaria para desarrollar su industria y dar los saltos en productividad, acelerando el desarrollo de su industria pesada y de alto valor agregado. Es decir, la UE con Alemania a la cabeza le provee a China los bienes estratégicos que producen-controlan el tiempo social de producción. Con ello, Alemania tiene como objetivo salir de la crisis “a la cabeza de una nueva oleada de la revolución industrial”[ii], según las palabras del CEO de Siemens Peter Löscher, como gran productor de bienes de capital estratégicos, ciencia y tecnología. También el acuerdo implica abrir el gran mercado chino para los europeos. En este sentido, China se convirtió en el principal mercado para Volkswagen: con dos millones de autos vendidos superó al propio mercado alemán. 

El fortalecimiento de las grandes empresas a través de la expansión, la compra, la fusión y la cooperación fue otra de las estrategias desarrolladas por Alemania y Francia para hacer frente a la crisis. Dicha estrategia comienza a desplegarse con claridad a partir de 2008 y se intensifica en 2010 (siguiendo el proceso de 2000-2006 de la conformación de empresas paneuropeas, a partir de la fusión entre las grandes empresas de los países europeos).

La otra parte de la respuesta de la UE estará más ligada a las decisiones sobre regulaciones y política económica, tanto en lo que hace a su propio territorio como en el plano internacional, donde también Alemania lleva la voz cantante. Una primera operación fuerte en este sentido fue la prohibición a fines de mayo de la venta en descubierto de los CDS (credits default swaps o seguros ante default de deuda) por parte del gobierno alemán.
En este mismo sentido, una vez superada la etapa más crítica de la crisis gracias al apoyo de “China”, el eje germano-francés –ya que después de la crisis el orden histórico del eje trocó sus posiciones— apuntó sus cañones a cerrar los mercados financieros del continente, asegurando una fuerte regulación en los dieciséis países de la zona euro. Hacia principios de junio, Merkel y Sarcozy ordenaron a través de una carta pública al presidente de la comisión europea, José Manuel Barroso,
              “a regular en urgencia los mercados financieros y, especialmente, sus productos derivados” y a  acelerar sus trabajos para un encuadramiento reforzado de los mercados financieros”. “El retorno de una fuerte volatilidad de los mercados vuelve legítimo interrogarse específicamente sobre ciertas técnicas financieras y la utilización de ciertos productos derivados como las ventas a descubierto y los credit default swaps (seguros de riesgo de crédito o CDS, en sus siglas en inglés).”[iii]
Por otro lado, Francia se disponía a seguir el plan alemán y anunciaba el compromiso de iniciar un ajuste por 45.000 millones de euros para alcanzar un déficit del 3% del PBI para el 2013 (en 2010 del 8%), adecuándose a las reglas europeas. Traccionando a Francia, Alemania obligó a toda la zona euro a seguir su política de ajuste-ahorro-inversión-producción-exportación-superávit agudizando las contradicciones con las fuerzas angloamericanas que pedían a los alemanes que “reequilibren” la demanda global y ayuden a la recuperación global gastando más. De hecho, el anuncio del ajuste francés se daba en el mismo momento en que el presidente norteamericano Barack Obama presionaba en sentido contrario.
Profundizando el enfrentamiento estratégico entre bloques de poder, el 22 de junio la Unión Europea, adoptando como propia la actitud alemana, pidió al G-20 que defina cuándo levantarán las medidas de estímulo que sustentan el crecimiento económico “restaurando así la confianza en la economía global”. Y también pidió que se apruebe un impuesto global” sobre las transacciones financieras y otros impuestos sobre las instituciones financieras “para ayudar a pagar los costos de liquidación o salvamento de bancos en riesgo de derrumbe.”[iv] Estas palabras significaban una declaración de guerra. No sólo expresaban la insubordinación alemana ante las fuerzas angloamericanas y la imposición de su estrategia dentro del eje de conducción germano-francés –por ende al conjunto de la zona euro y también a toda la UE— quebrando así la posición inglesa-norteamericana que trató de sumar a su estrategia a Francia. También significaban la intención de la UE de llevar adelante una ofensiva internacional para partir y bloquear el G-20, conducido por los intereses angloamericanos globalistas, que pretenden constituirlo como gobierno global en su estrategia de unipolarismo multilateral. El G-20 quedó paralizado, ya que si antes era complicado establecer una única estrategia, ahora con la profundización de la fractura entre los principales polos de poder mundial y la decisión germano-francesa de contraatacar, contando para ello con el apoyo de China y Rusia, el G-20 se convierte en un foro multipolar donde los bloques de poder de menor magnitud, como el suramericano, pueden desplegar con mayor soltura una estrategia propia manteniendo la “neutralidad”.       
La decisión de China fue determinante para salvar al euro y el proyecto germano-francés de UE, y esa decisión marcó un devenir específico, dentro de las distintas alternativas que se abrían, sintetizando un conjunto de procesos estructurales más amplios. No era inevitable que esto sucediese, hubo una decisión, pero al mismo tiempo hubo condiciones históricas y convergencias estructurales para que así fuese. Sin embargo, la decisión de las fuerzas angloamericanas de seguir golpeando sobre la UE y el euro, sumada a las debilidades de la Unión, en donde la decisión que prima es salvar a los bancos a costa de los pueblos, agudiza todas las contradicciones en el inicio de la tercera ola de la crisis. Esto es lo que estamos viviendo nuevamente con la profundización de la crisis griega y española.


[i] El País, 3 de mayo de 2010.
[ii] Financial Times, 30 de agosto de 2010.
[iii] Clarín, 10 de junio de 2010.
[iv] La Nación, 23 de junio de 2010.

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